
Desde Zurich a intentar cruzar el Atlántico. La medianoche del 31 de diciembre me encontrará en un lugar insospechado y el recibimiento del nuevo año será en el mar a miles de kilómetros de altura y quien sabe donde.
Estaré en Chile el primer día del año con sonrisas varias y abrazos retenidos por casi dos años.
Espero unas marraquetas crujientes con palta. Un asado con carne de vacuno de verdad. Las notas de pimiento verde en un vino carmenere de misiones del rengo. Incluso las margarinas amarillas incomibles, sobre unas hallullas tostadas.
El nescafé, unos panqueques con manjar, el pan amasado con pebre y unas empanadas calientes jugosas hasta los codos.
Una merluza frita que no entre en el plato con ensalada chilena en el mercado central. Que el camarero traiga el pan en los bolsillos.
Que los autobuses no pasen nunca a la hora. Que los cobradores automáticos no funcionen. A avenida Matta aún con más hoyos en las calles. A los payasos inventando historias dramáticas en busca de nuestro dinero.
¡A un nuevo Lavín que le ponga mar a Santiago!
Por primera vez en mi vida a un Chile sin Pinochet.
A la liberación de la nostalgia retenida .A la ilusión de ver a los amigos y familia. A saberlos aún reales.
Allá voy…