miércoles, 22 de julio de 2015

¡Ya no soporto más los pollos inflados!

Me confieso: ¡Ya no soporto más los pollos inflados! Esos que vienen cortados a cuartos en una bandejita guay, bien selladitos y con la musiquita del Mercadona de fondo.

En mi último viaje a Marruecos me he reencontrado con los pollos y gallinas de verdad.  En el mercado de Casablanca los eliges vivos, les guiñas el ojo y te los llevas para casa.  Son más fibrados  y menos inflados que sus hermanos europeos encarcelados y hormonados.

Chicos y chicas, les tengo un “tips” : dejad de comprar pollitos con papel film y  atreverse con la carnicería del barrio de los marroquíes.  De esas del  Raval.  Que no pasa nada, que yo compró allí y sigo vivo.  Siguen normativa sanitaria.

Es cierto que podrás comprar buenos pollos de campo en cualquier mercado de Barcelona, aunque al triple de precio que los de las bandejitas.  En la carnicería Halal hay buenos precios. 
 ¿Sabias que incluso en el mercabarna, el principal mercado de Barcelona hay sacrificios Halal ? Los pollos siguen esta ordenanza  y creedme que saben mejor que los pollos cristianos de nuestros hermosos y brillantes  supermercados.

Te lo digo yo que soy cristiano.




Pollo de campo con salvia y romero, albaricoques y polenta grillada.


miércoles, 15 de abril de 2015

Diez años en el viejo mundo

Las manecillas del reloj se detuvieron, en el momento exacto en que arribé a Madrid en abril del 2005. Se detuvieron en el momento en que me esperabas tú de camisa y corbata, en Barajas como símbolo valioso de la aventura en el viejo mundo que tenía en adelante.

 Me despedí de manera pausada de mi vida opresora en mi tierra natal. Poco a poco fui desanudando estas  corbatas apretadas y deshaciéndome de los libros de colores.  Aprendí a vivir en libertad.  A  levantar los brazos, a bailar mal, pero bailar, a sonreír y no marearme.

He conocido está vida preciosa en las Europas, en la Catalunya que me ha acogido, en el mar sobre Barcelona.

El precio ha sido alto,  he perdido amigos, he dejado a mi hermano en Chile y el ver crecer a sus hijos.   No poder acompañar en su vejez a personas queridas y una constante sensación de pisar tierras extrañas.  A pesar de que Catalunya es mi hogar  siempre seré extranjero en estas tierras.
Aún así  me siento exitoso,  he conocido gente que marcarán por siempre mi vida. He viajado mucho más de lo que hubiese creído  y he coleccionado ojos brillantes.

Te confieso que probablemente no sea tan buen cocinero  como quisiera y  no sé si realmente soy  tan creativo como deseo,  pero he cocinado en los sitios que he elegido, con las personas que he querido, con gente que admiro a mi alrededor. Me he sentido apreciado, protegido y  esto ya es bastante para mi.  Este, créeme, es el mejor curriculum que puedo tener.  Si amigo, no tengo un restaurant, no tengo un gran sueldo y tampoco salgo en las revistas, pero no lo dudo, he sido exitoso.

Ya lo sabes, he llorado y ahora mis momentos melancólicos aunque son más escasos, incluso los disfruto, son parte de mi personalidad.  Sigo perdiéndome por las calles, pero ahora levanto la mirada y me pierdo descubriendo cosas nuevas. El sol se refleja en mi cara. Y en una terraza con una cerveza y unas patatas bravas, me siento en el cielo. Nadando en el mediterráneo me siento un privilegiado.

¿Sabes que aún conservo este reloj?
Lo guardo en un cajón de una mesita de noche que cogí de la calle en los momentos esplendorosos de España.  La guardé en una caja gris, pero hoy la guardo en una caja verde como una albahaca de primavera.

Son diez años en Catalunya.

Y aún estoy aquí.
Cocinando, nadando, escribiendo, sonriendo.
Viviendo en tierras  extrañas.


miércoles, 21 de enero de 2015

Los colores de Marruecos.









Cocinamos un pollo al horno con un "arrocito" para cenar. Limón marinado, cúrcuma, comino y otros áromas del mercado. Al terminar la cocción, el pollo no "nadaba" en la grasa de los pollos de supermercados del primer mundo. En el mercado de Casablanca no hay bandejas ni fechas de caducidad.
Los pollo están vivos , los elegimos guiñando un ojo. Lo que sucede en los siguientes cinco minutos prefiero no contarlo y recomiendo cerrar los ojos a las mentes sensibles. Solo puedo testificar que el bote azul rojizo donde se ponían los pollos elegidos se movía y bastante, pese a que el ave de nuestra cena ya no tenia cabeza.


Había estado en Marruecos hace casi siete años en la ruta de un viaje relámpago hacia Gambia. Sin el tiempo de caminar  por sus calles. Sin tiempo de hacerse experto en cruzar las avenidas de Marruecos en seis días, sin el tiempo de beber zumos hasta el cansancio. Cuarenta céntimos de euros un zumo de naranja recién exprimido en pleno centro de Marrakech.  La fruta abunda y si señor, un marroquí se río de nosotros por sacar una foto a un carruaje de mandarinas imperfectas.








Inauguré  este 2015 con mi nuevo pasaporte español, que aún así se chiva que soy de origen chileno. Nuevito, sin puntas dobladas, sin timbre alguno. Un policía marroquí le puso un timbre oficial y otro extra oficial con sus dedos salados producto de su merienda de pipas de calabaza. "Chile " seguido de un "Alexis Sanchéz"  fue la confirmación del policía de que no había problemas de ingreso. Los fuet y los  chorizos que llevaba en mi maleta no fueron impedimento. Antes la policía solía decirme "Iván Zamorano" o " Marcelo Salas". Ahora vivo en otra generación y me tratan de señor. ¡Al menos ya no me recuerdan a Pinochet!

Mi hermana me lo advirtió: no es fácil cruzar las calles de Marruecos. Es un constante jugar al tetris y siempre está ese puntito de cerrar los ojos y decir "que sea lo que dios quiera", o lo que "Ala, quiera" en este caso.  Al final te queda gustando y es vivir en carne propia cosas que antes solo podías vivir en los video-juegos.

Hay cosas curiosas y que aún busco respuesta, como la costumbre perezosa de dar una botella de agua pequeña  cada vez que pides un  café expreso. Quizás imitando de alguna manera el vaso de soda que suelen dar en algunos países. Tampoco encontré respuesta a como nadie se caía de las motos, motos montadas de tres o cuatro personas, un casco para el conductor como mucho. "Como chucha no se caen", repetí hasta el cansancio.

Punto destacado : la gente que nos atendió fue bastante agradable: el carnicero y el del museo contemporáneo de Rabat  compiten por la mejor atención al cliente de todos los tiempos.




Punto insoportable: el regateo, mi vida no nació para regatear artesanía en los mercados, me sobrepasa.

Lo peor: Los gin tonic. Doy fe, no solo en el barrio Bellavista de Santiago de Chile no saben hacer un sencillo gin-tonic. En un bar "guay" de una nocturna Casablanca,  tampoco. 

Lo mejor: la existencia del pequeño comercio en los alimentos. Aunque existen, no vi supermercados. Es tan a pequeña escala, que ves a gente exclusivamente vender azafrán o cabezas de ajo. 

Marruecos es un estado monárquico constitucional con un rey con amplios poderes según nos contaron, me sorprendió bastante la devoción que le tienen . Vi más imágenes de él ,que de coca-colas por ejemplo . Y a pesar de que  el 98 % de la población de confiesa Islámica aboga bastante por las libertades individuales. Compramos vino y cerveza sin problemas aunque cargado de impuestos y a un precio elevado. La mujeres no son necesariamente mal vistas si visten sin turbante y cosas por el estilo.

Brutales, los calamares "a la andaluza" y el pescado frito del mercado nocturno de Marrakech. Una ensaladita marroquí que hace inevitable no recordar el "pebre" chileno .Cenamos tres por ocho euros.¡ Irresistible no regresar!