miércoles, 15 de abril de 2015

Diez años en el viejo mundo

Las manecillas del reloj se detuvieron, en el momento exacto en que arribé a Madrid en abril del 2005. Se detuvieron en el momento en que me esperabas tú de camisa y corbata, en Barajas como símbolo valioso de la aventura en el viejo mundo que tenía en adelante.

 Me despedí de manera pausada de mi vida opresora en mi tierra natal. Poco a poco fui desanudando estas  corbatas apretadas y deshaciéndome de los libros de colores.  Aprendí a vivir en libertad.  A  levantar los brazos, a bailar mal, pero bailar, a sonreír y no marearme.

He conocido está vida preciosa en las Europas, en la Catalunya que me ha acogido, en el mar sobre Barcelona.

El precio ha sido alto,  he perdido amigos, he dejado a mi hermano en Chile y el ver crecer a sus hijos.   No poder acompañar en su vejez a personas queridas y una constante sensación de pisar tierras extrañas.  A pesar de que Catalunya es mi hogar  siempre seré extranjero en estas tierras.
Aún así  me siento exitoso,  he conocido gente que marcarán por siempre mi vida. He viajado mucho más de lo que hubiese creído  y he coleccionado ojos brillantes.

Te confieso que probablemente no sea tan buen cocinero  como quisiera y  no sé si realmente soy  tan creativo como deseo,  pero he cocinado en los sitios que he elegido, con las personas que he querido, con gente que admiro a mi alrededor. Me he sentido apreciado, protegido y  esto ya es bastante para mi.  Este, créeme, es el mejor curriculum que puedo tener.  Si amigo, no tengo un restaurant, no tengo un gran sueldo y tampoco salgo en las revistas, pero no lo dudo, he sido exitoso.

Ya lo sabes, he llorado y ahora mis momentos melancólicos aunque son más escasos, incluso los disfruto, son parte de mi personalidad.  Sigo perdiéndome por las calles, pero ahora levanto la mirada y me pierdo descubriendo cosas nuevas. El sol se refleja en mi cara. Y en una terraza con una cerveza y unas patatas bravas, me siento en el cielo. Nadando en el mediterráneo me siento un privilegiado.

¿Sabes que aún conservo este reloj?
Lo guardo en un cajón de una mesita de noche que cogí de la calle en los momentos esplendorosos de España.  La guardé en una caja gris, pero hoy la guardo en una caja verde como una albahaca de primavera.

Son diez años en Catalunya.

Y aún estoy aquí.
Cocinando, nadando, escribiendo, sonriendo.
Viviendo en tierras  extrañas.


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