Las manecillas del reloj se detuvieron, en el momento exacto
en que arribé a Madrid en abril del 2005. Se detuvieron en el momento en que me
esperabas tú de camisa y corbata, en Barajas como símbolo valioso de la aventura en el viejo mundo
que tenía en adelante.
Me despedí de manera
pausada de mi vida opresora en mi tierra natal. Poco a poco fui desanudando
estas corbatas apretadas y deshaciéndome
de los libros de colores. Aprendí a
vivir en libertad. A levantar los brazos, a bailar mal, pero
bailar, a sonreír y no marearme.
He
conocido está vida preciosa en las Europas, en la Catalunya que me ha acogido,
en el mar sobre Barcelona.
El precio ha sido alto, he perdido amigos, he dejado a mi hermano en
Chile y el ver crecer a sus hijos. No poder acompañar en su vejez a personas
queridas y una constante sensación de pisar tierras extrañas. A pesar de que Catalunya es mi hogar siempre seré extranjero en estas tierras.
Aún así me siento exitoso, he conocido gente que marcarán por siempre mi
vida. He viajado mucho más de lo que hubiese creído y he coleccionado ojos brillantes.
Te confieso que probablemente no sea tan buen cocinero como quisiera y no sé si realmente soy tan creativo como deseo, pero he cocinado en los sitios que he
elegido, con las personas que he querido, con gente que admiro a mi alrededor. Me
he sentido apreciado, protegido y esto
ya es bastante para mi. Este, créeme, es el mejor curriculum que puedo tener. Si amigo, no tengo un restaurant, no tengo un
gran sueldo y tampoco salgo en las revistas, pero no lo dudo, he sido exitoso.
Ya lo sabes, he llorado y ahora mis momentos melancólicos
aunque son más escasos, incluso los disfruto, son parte de mi personalidad. Sigo perdiéndome por las calles, pero ahora
levanto la mirada y me pierdo descubriendo cosas nuevas. El sol se refleja en mi cara.
Y en una terraza con una cerveza y unas patatas bravas, me siento en el cielo. Nadando
en el mediterráneo me siento un privilegiado.
¿Sabes que aún conservo este reloj?
Lo guardo en un cajón de una mesita de noche que cogí de la
calle en los momentos esplendorosos de España.
La guardé en una caja gris, pero hoy la guardo en una caja verde como
una albahaca de primavera.
Son diez años en Catalunya.
Y aún estoy aquí.
Cocinando, nadando, escribiendo, sonriendo.
Viviendo en tierras extrañas.
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