Era un joven de veintitrés años con apenas financiación y junto a un amigo nos montamos nuestro propio negocio gastronómico. Otro amigo nos prestó dinero y con eso compramos un horno y un congelador. Con un auto amarillo que apenas se movía fue el comienzo de nuestro proyecto. Viví dos años así, con una gran motivación y un energía sin igual.
Pero al primer revés lo dejamos, no estaba preparado y afortunadamente quedé sin deudas. Aún así fue una etapa satisfactoria.
Ya han pasado quince años de eso y he vivido bastantes experiencias en cocina. Desde cocinar en un restaurant con estrella michelín hasta hacer eventos de miles de personas en Barcelona. Creo que hice lo correcto y no me arrepiento de ninguno de mis movimientos. He viajado, he recolectado áromas, he coleccionado ojos brillantes ,he estudiado, he reído.
Ahora llego a la madurez profesional y emocional, donde me interesa menos y tengo menos fuerzas de seguir escribiendo lineas en mi curriculum y mucho menos tener que recortarlo para conseguir un empleo. He cumplido una étapa importante en mi vida laboral y ahora debo comenzar otra.
Una propia. Una con riesgos.
Confieso que más que una necesidad lo siento como un deber. Un deber hacia mi, hacia mis capacidades, hacia mi futuro. Un desafío.
No podría vivir, no me perdonaría, al menos, no haberlo intentado.
1 comentario:
De ese primer negocio, nunca olvidaré el cerdo con verduras gratinadas. El mejor que he probado hasta ahora, lástima que fue un fracaso en ventas.
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