
Una de la madrugada , camino a paso lento por la Rambla de Catalunya ,corazón de Barcelona .No parece ser un día entre semana. También convencido de que si a alguien lo pusieran allí transportado extrañamente, le sería muy difícil saber que se encuentra en España.
La cantidad de personas y sobre todo la variedad, es una sensación particular que impacta. Moros vendiendo cervezas en la calle a 3 euros por la lata, británicos bailando , cantando, extrovertidos a rabiar…comprando las cervezas. Africanos en clanes tranquilos, conversando y exhibiendo sus cinturones D&G de imitación. Sudamericanos en los paraderos nocturnos, cansados y con una mano en el bolsillo y con la otra sujetando un cigarro.Esperando el regreso a casa. Prostitutas de todas las formas y colores tirando besos sin discreción a un posible o provocado cliente.
Un par de policias corpulentos, bien afeitados y tranquilos caminando o parados cerca de un poste de luz, con ambas manos sujetando sus cinturones como señal de autoridad. No hay postura más curiosa. Cada ciertos metros me encuentro con un par de ellos. Que me da tranquilidad en mi caminata nocturna, cuando en verdad nunca ocurre nada.
Pakistaníes , chinos y razas diversas con olores poco comunes para los occidentales, luego de su jornada laboral que se prolonga hasta la madrugada, similar a la mía.
No veo españoles, escasos catalanes , salvo el conductor del autobús y los policías .
Las calles son limpiadas por los barrenderos , españoles también ,que seguro ganan más dinero que yo ,recogiendo colillas de cigarros y cuanto papel tira la gente con escasa empatía. A veces es necesario hacer el quite a los camiones que tiran agua, humedeciendo las calles .
Pienso en mi trabajo y en la cantidad de nacionalidades de mis compañeros: España, Pakistán, Colombia, Holanda, Argentina, China, Chile, Puerto Rico. Ocho al menos, según mi memoria.
Llego a la parada del bus nocturno número nueve, el que me deja a cinco literales metros de “mi” piso en Barcelona. Pasó a la hora exacta, el bus se detuvo por completo, abrió las puertas, me subí, cerró las puertas y partió con una aceleración controlada. Extrañé subirme con el bus en marcha, puedo jactarme de tener adquirida esa destreza chilena.
Abro la página ciento noventa y seis del libro que leo, es interesante, pero a veces lo cierro y escucho conversaciones con relatos aún mejores que el libro que llevo. Me hacen darme cuenta del significado de vivir en una ciudad cosmopolita.
De una cuidad como Barcelona.