Tenía ilusión también de ver el hermoso jardín bótanico en medio de la estación de Atocha que visité en la época esplendorosa española. Hoy el jardín esta agonizante, con hojas secas, sin acceso al interior, con botellas de agua entre algunas ramas y con envases de patatas fritas lays y chocolatinas, que el viento llevó al centro del jardín.
No hay tiempo para disgustos, mi viaje comienza en veinte minutos y como el tren de alta velocidad es carísimo y el normal se demora al menos siete interminables horas nocturnas de sueños interrumpidos, he comprado el billete en uno intermedio que ni siquiera imaginaba. Demora tres horas y media, es como el Ave pero que para en unas cuatro estaciones. Pero no me importa demasiado, tengo tiempo para escribir, tiempo para una siesta, tiempo para terminar de leer la biografía de Ferran Adrià e incluso de ver la última película que me baje en pelisyonkies.com
¡Ah! Y de ir por una cerveza al vagón número cuatro.
¡Buen viaje!
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